Siento como si nada importara, como si
no tuviera ganas de nada de nada ni
de nadie. No tengo ganas de salir a la calle, ni fuerzas para levantarme de la
cama, solo quiero estar tumbada y dormir, dormir y así intentar desaparecer
entre las sábanas y hacer como que no existo, como que nadie existe. Pero entonces suena el portátil,
saco un brazo de la cama, lo abro y veo que eres tú, y una pequeña sonrisa se
dibuja en la cara. Pero aun así no ha cambiado nada de lo anterior. Sigo sin
tener ganas de nada, pero ahora quiero que estés aquí, a mi lado, perdido
debajo de las sabanas conmigo y para siempre. Porque aunque me cueste
admitirlo, últimamente eres una de
las pocas cosas que me hace sonreír y me da fuerzas.
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